Avances en la queja al Hoy

22 de octubre de 2013



Este 20 de octubre, con ocasión de cumplirse el primer mes de haber presentado una queja ante la defensora del lector de diario Hoy, Ana Angulo, le envíe a esta funcionaria que tiene el encargo de velar “por los intereses de los lectores” (Manual de Estilo de diario Hoy, Párr. 10.13) un recordatorio de mi queja. Ana Angulo respondió lo siguiente:



Estimado señor Flores:



No he logrado identificar la llegada de su carta del pasado 20 de septiembre ni a mis correos ni al servidor de Hoy ni en las cartas en papel remitidas al diario en esa fecha (ya sea a mi nombre, del director, el director adjunto, el editor de opinión o algún otro editor del periódico). Por eso le ruego indicarme la forma en que la remitió para realizar la verificación correspondiente.



Saludos,



Ana Angulo



Le contesté enseguida:



Estimada señora Angulo:



Lo remití a la misma dirección electrónica en la que Ud. recibió el correo de ayer, que mereció su respuesta de esta mañana: a la dirección electrónica institucional del defensor del lector de diario Hoy (defensor@hoy.com.ec), el 20 de septiembre del 2013. En todo caso, mi queja enviada aquel entonces es exactamente la misma que se encuentra alojada en mi blog, cuyo enlace le copié ayer y le reitero en esta ocasión: http://xaflag.blogspot.com/2013/09/queja-ante-la-defensoria-del-lector-de.html



En este caso concreto, el diario Hoy se ha comprometido a ciertos estándares en la redacción de una crónica, según su Manual de Estilo, párrafo 4.6. En mi queja, fundamento que las alusiones a mí hechas en la crónica de Roberto Aguilar "Yasuní: la Asamblea cubre sus espaldas" fueron hechas "sin investigación, ni contexto, ni contraste", a contramano de responsabilidades básicas de la redacción periodística.



Espero que, dentro de sus competencias como defensora del lector de diario Hoy, se sirva conocer de esta queja sobre las alusiones personales a mí hechas y la redacción de las crónicas del periodista Roberto Aguilar.



Le hago expresión de mis mejores saludos,



Xavier Flores Aguirre



Si la defensora del lector compró tiempo con su respuesta no me es posible saberlo ni me interesa averiguarlo. Lo cierto es que tiene ya conocimiento de mi queja por la crónica de Roberto Aguilar y, con arreglo a sus competencias institucionales, deberá pronunciarse en breve.



Esta queja es un test sobre la independencia de Ana Angulo (supuestamente asegurada en el Manual de Estilo de diario Hoy, párrafo 10.1) pues el Director Adjunto de diario Hoy, José Hernández, ha hecho defensa pública del trabajo de Roberto Aguilar. A raíz de esta comunicación de la segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Marcela Aguiñaga, en la que criticó el trabajo de Aguilar en una crónica en la que ella fue aludida, la respuesta del director Hernández fue defender el trabajo de su cronista, sustentado en la afirmación de que la crónica reclama su “singularidad” y en la cita de un libro de Álex Grijelmo para apoyar su idea. Aguiñaga le contestó a Hernández en esta réplica, en la que lo acusa de irrespetar el propio Manual de Estilo del diario Hoy en aras de acuñar una “mentira descalificadora” y cita el mismo libro de Álex Grijelmo que usó Hernández (El estilo del periodista) para desvirtuar la cita por él hecha, con la advertencia de que es “cuestión de leer entero, Sr. Hernández”. Ante esta réplica, el director Hernández ha guardado silencio.



En todo caso, el escenario está planteado: Hernández, director del diario y jefe inmediato de Aguilar, ha defendido públicamente a su cronista; Angulo, defensora del lector, cuyo propósito institucional es velar “por los intereses de los lectores”, debe realizar una investigación para determinar si Aguilar satisfizo los estándares establecidos por el diario Hoy para la redacción de una crónica (Manual de Estilo, Párr. 4.6). La única forma que tiene Angulo para demostrar su independencia es a través de una argumentación prolija de las razones de su decisión.



Esto me conduce a postular unas ideas sobre el núcleo de mi queja a diario Hoy. Hay una idea generalizada en cierto periodismo de que no existe la verdad, sino solamente sus interpretaciones (lo que se “ve y oye”, que dijera el director Hernández). Ante esto, habría que recordar lo escrito por una excolega de Ana Angulo, la española Milagros Pérez Oliva, que fue defensora del lector de diario El País, en el artículo de despedida de su oficio como defensora. Dado que sus palabras atienden al núcleo de lo que está en debate en mi queja por la crónica de Aguilar, citaré en extenso su artículo Adiós, y mucha suerte:



Una visión cínica del periodismo sostiene que la verdad no existe. Que puede haber tantas verdades como interpretaciones de la realidad. Este planteamiento es una gran trampa. Creo que los periodistas hemos sido negligentes al descuidar la defensa de la verdad. Porque la verdad, en periodismo, existe. Al menos existe la verdad de los hechos, la verdad factual. Aquello que es cierto y es comprobable. (Énfasis agregado).



La verdad no es un compromiso entre sus diferentes versiones. Y, sin embargo, potentes aparatos de influencia saturan el espacio informativo con versiones y contraversiones destinadas a falsear la realidad. Más que informar, lo que hace este tipo de periodismo es desinformar. Porque la falsa neutralidad del periodismo de versiones otorga las mismas oportunidades a quien dice la verdad que a quien miente. Y porque la verdad incómoda tiene más dificultades para imponerse al ruido mediático creado para sepultarla.



Pérez Oliva luego se refiere al “periodismo interpretativo”:



La sociedad está saturada de información y la prensa trata de adaptarse a los nuevos requerimientos ofreciendo un periodismo más interpretativo. Pero la interpretación no puede ser una coartada para la deformación. Hemos de partir de los hechos para llegar a su interpretación y no al revés. El problema es que hay prácticas periodísticas que prescinden de los hechos o que los distorsionan hasta conseguir que coincidan con la versión que quieren imponer. Su objetivo es distorsionar la realidad, y si es posible, crearla. (Énfasis agregado.)



Desconfíen de quienes anteponen la interpretación a la demostración. El periodismo interpretativo debe basarse en hechos y datos comprobables. Y desconfíen también de aquellos textos que no hacen un esfuerzo suficiente para demostrarles cómo han llegado a la versión que sostienen. El periodismo de interpretación no puede ser la gran coartada para eludir, ignorar o sepultar la verdad. (Énfasis agregado.)



La exdefensora del diario El País cierra con unas palabras sobre el “periodismo de calidad” y un ruego:



(...) Por eso es tan importante que el periodismo de calidad respete siempre las formas. No solo ha de ser lo más factual y objetivo posible, sino que ha de demostrarlo. Explicitando las fuentes, detallando los datos, exponiendo lo que no ha podido averiguar; siendo honesto. (Énfasis agregado.)



Lo peor que puede pasar es que la ciudadanía crea que la única forma que tiene de hacerse con la verdad sea leer diversos medios de signo diferente. Porque la versión promedio no tiene por qué coincidir con la verdad. Los periodistas hemos de aspirar a que nuestros lectores tengan la confianza de que leyéndonos a nosotros, no necesitan ir a promediar con otras versiones. La democracia necesita medios de referencia independientes, creíbles y veraces, que resulten fiables para cualquier lector, independientemente de cuál sea su línea editorial.



(...) Permítanme, pues, que me despida de ustedes con un ruego: ¡Premien el buen periodismo! Ayúdenle a defender la verdad.



La defensora del lector de diario Hoy afirmaría su independencia con una decisión que ayude a “defender la verdad”, entendida la verdad en el oficio de periodista como una “verdad de los hechos, la verdad factual. Aquello que es cierto y comprobable”.



En el caso de la crónica de Roberto Aguilar por la que presenté mi queja a diario Hoy, el cronista actuó con fidelidad a los criterios expuestos por su jefe Hernández: Aguilar “oyó” de unos “asistentes” a la reunión que yo era el asesor que iba a redactar el informe; me definió como “rutilante estrella en ascenso” de GkillCity.com, publicación digital a la que asoció a un “periodismo contracultural y no huevadas”; “vio” que yo hundí mi cabeza en una tableta electrónica que él afirma que me acompaña “a todas partes” y que desatendí las comparecencias; informa que mi “jefa inmediata” es la segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Marcela Aguiñaga; “oyó” que en el pasillo yo instruía a un asambleísta sobre “los recovecos jurídicos del caso”, de donde asocia que lo que hago “es política contracultural y no huevadas”, en evidente alusión a mi participación en GkillCity.com (cuyo editor, por cierto, respondió a la crónica). Con estos escasos elementos circunstanciales, Roberto Aguilar construye ideas sobre mí, que “prescinden de los hechos o que los distorsionan hasta conseguir que coincidan con la versión que quieren imponer”.



Como expuse en mi queja, si Aguilar hubiera utilizado “hechos” para demostrar su idea, debería haber investigado cuáles “hechos” de mi actuación en GkillCity.com se encuentran en contradicción con mi intervención en el informe del que él me atribuye su redacción. Si hubiera ido más allá de su opinión que me asocia tan gratuita como negativamente a GkillCity.com, e investigaba un poco, habría constatado que en ninguno de mis artículos publicados en GkillCity.com me he referido al asunto materia del informe (esto es, a la explotación petrolera del Yasuní) y que en ninguno de ellos consta opinión alguna que contradiga la posibilidad de explotar el petróleo en el Yasuní, o la explotación petrolera en general. Si Aguilar hubiera indagado lo mínimo indispensable en busca de “hechos” (Google.com) habría encontrado de inmediato artículos míos que contradicen su interpretación, en los que critico la propuesta “ecólatra” de la intangibilidad de la naturaleza (“Naturaleza y ecolatría”, “Naturaleza y Tico Tico”), e incluso una entrevista en diario Hoy, en la que me refiero críticamente a la idea jurídica de “derechos de la naturaleza”. Aguilar nunca tuvo la intención de demostrar algo (no hubiera podido: los “hechos” lo contradicen) sino solamente la de interpretar cosas en función de la “versión que qui(so) imponer”.



La regla de oro enunciada en su despedida por Pérez Oliva es: “Desconfíen de quienes anteponen la interpretación a la demostración. El periodismo interpretativo debe basarse en hechos y datos comprobables. Y desconfíen también de aquellos textos que no hacen un esfuerzo suficiente para demostrarles cómo han llegado a la versión que sostienen. Ninguna de las afirmaciones de Aguilar sobre mí se basan en “hechos y datos comprobables”. Alguna es tan ridícula, como aquella de ser una “estrella en ascenso” de GkillCity.com, cuando en la segunda mitad de la existencia de dicha publicación digital (61 de 122 ediciones) he escrito solamente cuatro artículos en ella. Otra de análoga ridiculez es cuando afirma que mi tableta electrónica la llevo “a todas partes”, mera hipótesis que, además, resulta falsa; o cuando afirmó que desatendí a las comparecencias, cuando lo que hacía era revisar información en función de mi trabajo. Los supuestos “hechos” sobre los que basa su opinión es lo que “oyó” de unos “asistentes” a la reunión (había casi un centenar de personas presentes), lo que “oyó” al pasar por el pasillo y lo que “vio” que yo hacía con mi tableta electrónica. Ninguno de estos “hechos y datos” (de una altísima subjetividad para su interpretación, pero plenamente autorizados por su jefe Hernández) son “comprobables”. Son opiniones personales (“rutilante estrella”) o meras hipótesis (“se pierde en la contemplación del ciberespacio”) que no representan “esfuerzo suficiente” para demostrar nada, como no sea la mala fe de su autor.



Si Aguilar hubiera estado interesado en realizar un “esfuerzo suficiente” para demostrar las razones de su interpretación, habría hecho un trabajo “explicitando las fuentes, detallando los datos, exponiendo lo que no ha podido averiguar; siendo honesto”. Pero ese no fue el propósito de Aguilar. Nunca explicitó las fuentes (¿quiénes son los “asistentes” que le informan, de entre casi el centenar que había entre público, asesores, asambleístas, etc.?), ni detalló los datos (porque no los buscó, le bastó “ver y oír”) ni expuso lo que no había podido averiguar, porque no le interesó nunca averiguarlo: habiendo estado a pocos pasos de distancia uno de otro, conociéndonos personalmente y habiendo incluso saludado en la reunión, Aguilar nunca se interesó en conocer mi punto de vista sobre la explotación petrolera o sobre mi rol en GkillCity.com, de los que escribiría después. A Roberto Aguilar no le preocupó informarse para interpretar, sino interpretar para hacer coincidir sus opiniones e hipótesis “con la versión que qui(so) imponer”.



El párrafo 4.6 del Manual de Estilo de diario Hoy dispone:



... la crónica se caracteriza porque puede estar presente en ella cierta interpretación del periodista, con los correspondientes razonamientos o explicaciones, pero sin que el periodista solo exprese opiniones personales o meras hipótesis. (El énfasis es del original.)



Como se ha visto, Aguilar no ofreció ni razonamientos ni explicaciones; ofreció únicamente opiniones personales o meras hipótesis, que lo único que podrían demostrar es la mala fe con la que se condujo para la redacción de su supuesta “crónica”.



Ojalá la defensora del lector Ana Angulo haga caso de su excolega y se anime a “defender la verdad”: eso sería, sin duda, velar “por los intereses de los lectores”. Es su turno de intervenir.

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